Todo el que tiene hermanos y más cuando son del mismo sexo, entenderá de antemano el significado de este post. El closet, usualmente, conforma un tesoro donde guarnecen las “joyas” preciadas con la que nos adentramos a la sociedad. Ahí reposa esa camisa especial que nos regalaron no se cuando, esos suéteres especialmente elegidos por mí o por alguien que me quiere, aquellos pantalones meticulosamente buscados, los zapatos del día a día, los de vestir, los de farándula, en fin, toda la indumentaria con la cual nos presentamos ante los demás y que de por sí dicen un poco de quienes somos y cómo somos, aunque ojo, muy poco, para que no crean que la apariencia lo es todo.
Ahora bien, así como los tesoros eran fuente de la discordia entre piratas, corsarios, y cuasi-estados en los siglos XVII y XVIII, cuando estos merodeaban el caribe, lugar al que Juan Bosch bautizó como la “frontera imperial”, así mismo los hermanos, en su mayoría, suelen disputarse los tesoros ajenos que guarnecen en sus respectivos closets.
He visto toda clase de maniobras tendentes a resolver esos conflictos o bien propiciarlos, desde un hermano que literalmente encadenó su closet con candado y cerrojos, a otro hermano que con zizaya en mano rompió las cadenas y los candados para apropiarse del tesoro; pleitos eternos, rivalidades, trompadas, insultos….lo he visto todo aunque debo decir que sólo como espectador ya que en lo personal mi hermano y yo vivimos otra circunstancia.
Mi situación a mi entender es bien interesante ya que mi hermano y yo hemos desarrollado una especie de “código de aprobación de indumentaria”, cuyas disposiciones son todas implícitas ya que expresamente no hemos fijado ninguna de las reglas, pero a diario las cumplimos y es por ese acatamiento voluntario que puedo ahora sacar alguna de las disposiciones de dicho código:
- Si la ropa ajena es nueva no puede usarse hasta que haya transcurrido un plazo razonable para que se haya “socialmente” quemado.
- Cuando se usa cumpliendo la condición anterior no se quiere autorización.
- Cuando una ropa no puede usarse por no cumplir la primera regla, puede haber una excepción expresamente autorizada por su titular, pero sólo para ocasiones muy especiales en donde los lazos de hermandad procuran el desprendimiento.
- No usar, dentro de lo posible, ropa ajena cuando ésta fue regala por la pareja de tu hermano cuando esa pareja este presente.
- Conocer cuales son las ropas distintivas y especiales de cada quien, porque esas, una vez advertidas, conforman la misma clase que los cepillos dentales y los calzoncillos, simplemente no pueden usarse, sino hasta que su titular expresamente o por omisión te lo autorice.
En fin, esta son sólo alguna de las reglas que por su uso común he podido extraer del código de indumentaria mío y de mi hermano, pero lo que mueve estas líneas no es meramente dicho código, sino llamar la atención en lo que el mismo implica en el desarrollo del carácter de un individuo.
No tengo nada en contra de los hijos únicos, pero hay algo que siempre he notado de dicha condición y es que la misma esta privada de desarrollar ese tipo de códigos como el que sin darnos cuenta creamos mi hermano y yo, esas interacciones, a veces conflictivas, a veces amigables, que se suscitan entre hermanos y que nos ayuda a forjar el carácter con el que luego interactuaremos con la sociedad, con nuestros amigos, jefes, socios, etc. De cómo manejar ese tesoro que guarnece en nuestros closet pasaremos a cómo organizar una relación, un negocio, en fin, quizás una vida……. Ármense con un código provisto de equidad y suelten un poco el ego, que cuando ofrecen la llave de su closet, abren las puertas al crecimiento de su carácter!
P.D. El closet es sólo un escenario en donde estas luchas fraternales se dan, pero seguro que ha de ser uno de los más comunes.